«Esta tierra también es tu memoria,
ciudad o mar, el aire que la envuelve,
la luz que la confirma y el sol que le da vida.
Por sus calles abiertas conocí la hermosura,
patria de la inocencia, la orilla de la playa,
luego abismo en donde, ángel caído,
adiviné la muerte y su desierto.
Pero ¿dónde están ahora su luz y su divisa?
¿dónde estarán el brillo y el perfume de sus días
en los que todo se inauguraba
y el mar era ya sólo el límite del sueño?
¿Dónde está el paraíso, presentido en sus atardeceres de púrpura y de fuego?
¿Y que fue de aquel niño que volaba despierto
cuando el mundo era sólo el perfil de los dioses?
Todo se fue perdiendo, como se pierde
el mar si el horizonte se confunde en el cielo.
¿Fue la ciudad, fui yo, fue la distancia?
¿Quién se perdió en el tiempo,
el jardín imposible que no conocía sombra
o el muchacho que huyó de su destino?
Si conocí el amor fue porque estaba
al lado de la espuma, si amé la libertad
fue porque nunca se acababa la orilla.
¿Quién enredó el olvido y la memoria,
el abandono y su largo silencio de reproches,
el regreso y el fracasado sueño de ser libres?
Un largo laberinto se interpuso en mis ojos,
cuando miraba la lentitud de piedra
que cerraba sus manos a mi herida.
Cuando sentía la canción enmudecida
de las olas. ¿O era el silencio que acallaba
los ecos en la noche sin fin de la tradición?
Si la memoria me dice que estás lejos,
el corazón me acerca a tus palmeras.
Si el viento del recuerdo nos separa,
la inmensidad del mar me lleva al litoral.
Todo de lo que vengo se confunde en tus aguas
y en sus conchas traslúcidas se quedan mis raíces.
Ya solo nos queda, oh Málaga perdida,
si in día nos encontramos, tendernos juntos,
como entonces, a mirar la bahía.»