Recorrer muchos pueblos andaluces como Ubrique, supone toparse con una cantidad desbordante de fachadas blancas. Pero realmente no siempre fue así, ¿qué ocurrió para que localidades que lucían colores tan dispares como el azul, el amarillo o el rojo óxido de hierro? Las distinas epidemias de peste, fiebre amarilla o tifus de los siglos XVI al XIX fueron en buena parte la razón de esta obsesión que sobrevive como un rito social asociado a la higiene.

El efecto antiséptico y antibacteriano del óxido de calcio es claro, si bien es cierto que aún no se ha demostrado la incidencia concreta que la cal podría tener contra el coronavirus.

La cal es uno de los materiales de construcción más antiguos empleados por la humanidad. Mezclada en mortero con o sin pigmentos, disuelta en agua como enlucido, se ha empleado durante milenios en la arquitectura. 

Las fachadas se pintaban en primavera, para las fiestas patronales y los cementerios, en noviembre para adecentarlos por el mes de los difuntos. En casi todas las viviendas andaluzas había siempre algún rincón con los materiales necesarios para ese mantenimiento: brochas, escobillas, escaleras, tinajas, cubos, etc.

Hoy en día, ya sea por uniformidad o por reclamo turístico, o por obligaciones legales o temas de abogados, todavía existen muchos pueblos que conservan estas tradiciones. ¿Te animas a recorrerlos? Muy pronto volveremos a poder hacerlo.