Un caballo cimarrón o asilvestrado es un caballo que vive en estado salvaje pero que tiene antepasados doméstico. Se trata de caballos descendientes de caballos domésticos perdidos, escapados o que fueron deliberadamente liberados al mundo salvaje y lograron sobrevivir y reproducirse allí. 

Los mejores ejemplos de estos caballos cimarrones son los caballos «salvajes» del oeste estadounidense. Cuando los europeos reintrodujeron los caballos en las Américas en la conquista del siglo XV, algunos caballos se escaparon y formaron las manadas cimarrones conocidas hoy en día como mustangos (durante el Pleistoceno había caballos en América que luego se extinguieron).

En Málaga también tenemos caballos asilvestrados. A continuación, pasamos a explicar su origen y curiosa historia

Hace cuatro años, ocho caballos fueron abandonados por sus dueños en la cima de La Maroma. Hoy ya son una decena, pastan por la zona y viven en total libertad. Se trata de la única manada de caballos salvajes de Andalucía.

Tras sucesivas investigaciones y averiguaciones por parte de las autoridades, ha sido imposible localizar y saber a ciencia cierta quiénes son las personas que los abandonaron. En el momento del abandono también les quitaron el chip, dificultando así la tarea de dar con sus dueños.

El Club de Montaña de Rincón de la Victoria, El Refugio del Burrito, así como el Seprona, activaron juntos una operación que supuso varias subidas a la cima para comprobar el estado de los animales, y posterior toma de decisiones.

Los especialistas del Refugio del Burrito decidieron entonces que era mejor dejarlos ahí, en libertad. “Es una zona con mucha comida, hierba, agua…”, cuentan en la organización, desde la que se consideró que los caballos vivirían en ese entorno en mejores condiciones que en un establo. 

Además, el riesgo de que causaran problemas era bajo: no son animales peligrosos y las carreteras de la zona transcurren muchos metros más abajo, por lo que las posibilidades de que pudieran causar algún accidente eran prácticamente nulas.

Están en buen sitio, es su territorio. Están preparados a ese tipo de zonas porque evolucionaron en las praderas de Asia y Europa.

Hoy, cuatro años después de su llegada a este territorio de altura, no han creado ningún problema. Y la manada ha crecido. De los siete ejemplares (por desgracia, uno de ellos tuvo que ser sacrificado por su penoso estado de salud) que había en 2016, ahora son diez, entre ellos un potrito que mira con una mezcla de cautela y simpatía a los senderistas.